La niña que aparece en la fotografía nunca supo leer bien los mapas. Fue una mala lectora de manuales, una pésima intérprete de lenguajes prescriptivos y pliegues de instrucciones.
Aprendió a orientarse perdiéndose. Trazaba siempre rutas extrañas, alejamientos, desvíos.
Un día, la niña que aparece en la fotografía o, más bien, el fantasma y los ecos que soplaban detrás de su nuca, escribieron un pequeño, muy pequeño libro de poemas. Habían pasado los años y la niña que aparece en la fotografía sonreía de un modo muy distinto, pero seguía agarrándose al lomo de los animales terrestres e incluso a veces, como esta misma noche, soñaba que un búho diminuto se posaba en la piel de su hombro.
A ese libro de poemas lo tituló (se titula-rá, lo titulamos) Deriva.
ese animalito que es casi más grande que la nenina, la nenina que ahora es grande y hermosa.
qué de cariño y alegría.
Rotllana, root llana. Pronto, muy pronto.
Besos y arcos arcos giratorios en torno a su círculo.
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Yo te felicito, o eso queda feo. Me maravillo por tu búsqueda empecinada en la inextricable madeja del lenguaje. El libro es un objeto que me produce escalofríos. Una necesidad existencial.(o esencial?). No importa. Me maravillo. Indagar en el lenguaje es la tarea del buceador, y ese mar no tiene límites. Un abrazo.