Cansado de luz: notas de lectura sobre la poesía de Robert Walser

NOTA CERO, O EL MARGEN DE LA LECTURA

Estoy buscando una forma de hablar de Robert Walser.

¿Hablar de otro será temblar o buscar el modo de entrar en la continuidad de su visión?

Estoy buscando una forma, porque se ha hablado y se habla mucho de Robert Walser. Del Robert Walser narrador. Del Robert Walser leído por Kafka, por Benjamin, por Elias Canetti. Del Robert Walser-Bartleby, leído por Vila-Matas.

Se ha hablado y se habla de su vagabundeo. De su locura. De su muerte. Conocemos el nombre de Herisau por Robert Walser. La mitología del manicomio como espacio de retiro se debe, en parte, a Walser.

Robert Walser es una cadena de lecturas, un empedrado. Esa voz menuda, apegada y separada de las cosas por medio de una ironía que duele, genera en los lectores un acercamiento sincero, un vínculo de unión. Hay que amar a Walser por esa voz ingenua, por la modestia que se desprende de sus páginas, por su parca embriaguez.

Leí por primera vez a Walser a los dieciocho años. Curiosamente, a la primera región de su obra a la que accedí fue a la más ignorada: su poesía. Tan mínima y casi un continente, un páramo anonadado donde estrellas, noche, nieve, lámparas, límites, se parecen a pequeñas figuritas adheridas a los versos con un alfiler.

En Robert Walser vi la escasez. El hombre que se nutre y carece. Alguien que parpadea y dimensiona. Todos esos gestos corrientes, poco magnánimos, de lo vivo.

Hay que ser muy fuerte (como lo fue Walser, o al menos el Walser al que leo recortado en un paisaje) para hablar del soplo débil, para vertebrar un rumor sin perder el sosiego, la lentitud. La música.

NOTA PRIMERA: LA RISA PARADÓJICA

¿Qué son los poemas de Robert Walser? Son esquelas breves, invernales, de líneas simples, entre las cuales se filtran motivos, lugares, imágenes. Los temas de su poesía son pocos y casi se podría decir que tópicos: el dolor, la angustia, la soledad, el miedo.

Sin embargo, esos temas están tratados de un modo raro. No hay la virulencia del estallido. La contienda no existe. No hay más que paz, esa calma de la voz que acepta lo horrible no como un resto, sino como algo propio. Walser nombra el dolor con una serena tibieza.

Porque el poeta ríe. Los poetas de Walser ríen siempre o alguien se ríe por ellos, de ellos. Esa risa, lo más ajeno, lo más íntimo, crea el marco de algunas de las escenas anímicas que dibuja. Además de en los poemas, en algunos de los textos en prosa que componen el libro Vida de poeta anidan también estos personajes solitarios, vacilantes, que han quedado atrapados en el espacio inconstante de la fantasía. Sobre ellos resuena a veces una carcajada (la del narrador o, quizás, la de las cosas), o ríen tristemente.

No obstante, en el poema Engaño, esa risa triste reconoce su condición mudable y se revela como llanto:

Con las manos cansadas,
con las piernas cansadas,
a tientas por el mundo,
me río de que giren
las paredes, mas miento,
porque estoy llorando.

Este poema cortísimo, perfecto, es casi el augurio de lo que algunos llaman locura y no es más que la constatación de una quiebra. Es en él donde, de modo más acusado que en otros textos de Walser, la risa asoma en su mentira, en su lado más espantoso. Las paredes giran en torno a ese mundo recluso. Quien dice reír miente.

NOTA SEGUNDA: EL POETA EN LA VENTANA

Me pregunto si el lugar de la poesía será el encierro.

De qué modo una habitación cerrada, una pared siempre igual a sí misma (la pared quieta o la pared giratoria de Walser), una ventana, esa barrera a través de la cual la transparencia y el orden fingen su proximidad, crean las condiciones para la escritura.

Pienso en el caso de Emily Dickinson. No tanto en el caso fáctico (el hecho de haber vivido siempre en Amherst ), sino más bien en la orientación de la mirada en sus poemas, que responde al encierro. Lo que en ellos se oculta y es cedido en las palabras. Robert Walser, contrariamente a Dickinson, no vivió toda su vida en la misma casa, fue ante todo un paseante, y sin embargo hay algún punto de comunión entre ellos. En la forma de proyectar las imágenes, tendidas y quietas, claras, rebosantes. En esa fabulación que comprime y después entrega un mundo.

Una vez más, me remito a una de las prosas cortas de Walser. En ella, un poeta pobre decide aprisionar dentro de sí todos los cuerpos externos, comenzando por la pared de su cuarto, la ventana y sus vistas, y acabando con todos los paisajes, que visita con la finalidad de atraparlos. Lo hace con el objeto de librarse de su poder. Para evitar su traición, el poeta dice tenerlos todos guardados en su cabeza. De esa manera, integrándolos dentro de sí, separándose de ellos, solo su imaginación poetizará.

El poeta de Walser, el yo que habla en los poemas, hace de la separación su radio, el ángulo de su observación. En el cuarto es donde acontece el instante de recogimiento. En la ventana está el umbral de intercambio con el afuera.

¿Y qué ve el poeta a través de la ventana? ¿O, dicho de otra manera, detrás de la ventana, quién ve al poeta? En este aspecto, Walser otorga a las cosas un movimiento intencional. Los elementos naturales miran también al poeta. En el poema En la oficina, el criado que habla es doblemente vigilado: por la luna (más allá de la ventana) y por su patrón (dentro de la oficina). La doble vigilancia solo genera en él una reacción: “me he vuelto comedido”, afirma. Esa prudencia, creo, se asemeja a la misma lengua de Walser, a su tímida habilidad para el nombre.

NOTA TERCERA: CANSADO DE LUZ

Pensar en la nieve en referencia a Walser es pensar en su muerte. Y sin embargo hay algo más, porque la noche y la nieve (y no la luz y el agua) presiden el mundo poético- también el mundo vital- del escritor.

La noche o lo oscuro: el espacio de lo imaginario, la oración, el poema. Donde notas desconocidas confunden entre el silencio. Donde crecen la herida y el descanso.

La nieve: lo que huye. Lo que se concentra.

En el poema titulado Opresiva luz, leo:

Cansado de luz, el cielo
la entregó toda a la nieve.

No solo son versos hermosos. En ellos se abraza también otra cosa. Walser habla de una donación fundamental.

El cielo entrega la luz a la nieve.
La nieve bebe la luz.
La nieve es luz, una identidad voluble.
La blancura de la nieve. Su escasa pregnancia. Su capacidad de acoger.
La nieve cubre y deshace.
Se ablanda la tierra. Se amolda a ella.
La nieve es la inmensidad bajo los pies, sobre el rostro.
¿De qué modo se produce ese extraño contacto?

Y en la nieve, Walser saldrá de sí y desembocará, seguramente sonriendo. Entrar en la nieve, como entró Walser, es entrar en lo inmenso que cae: medida, lejanía, transformación.

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Poemas Blancanieves, Robert Walser. Traducción de Carlos Ortega. Barcelona, Icaria, 1997. Páginas 112. ISBN: 8474263336.
Vida de poeta, Robert Walser. Traducción de Juan José del Solar, Madrid, Alfaguara, 2003. Páginas 296. ISBN: 8420425893.

Leer el artículo en la revista Calidoscopio: http://www.panfletocalidoscopio.com/2011/04_Julio/Letras03.html

4 comentarios en “Cansado de luz: notas de lectura sobre la poesía de Robert Walser

  1. …Igual en esos tanteos, en esas tentativas, vas cercando la manera de decir lo que buscas o de buscar lo que dices: no sé por qué, al leer lo que has escrito, he pensado, a la vez, en «Se una notte d’inverno un viaggiatore» y en «Rashomon». Me ha parecido de verdad emocionante…
    …Saludo…

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